Desde los períodos de la reconquista y próximos a las repoblaciones se afianzan las torres defensivas en los Reales Concejos de Babia y se inicia una política de repoblación, cada casa mantenía la tradición de un gran prado llamado hasta la actualidad el “El prado de casa”
La finca más cercana al hogar permitía el control en períodos semiestabulares del caballo del señor. En los concejos donde la hidalguía era mayoritaria, como es el caso del de Babia de Yuso, el cabeza de familia o de casa, contribuía con su persona y caballo al llamamiento del Fonsado, ahora bien, si por privilegio estaba dispensado siempre tenía un buen potro o caballo para aportar a las mesnadas de Reconquista.
En Babia, siempre se mantenían buenos caballos pues por privilegio real, los hidalgos de Babia de Yuso mantenían la custodia del rey y eran sus Monteros, custodiaban su persona, antes que los famosos de Espinosa de Los Monteros. Para ser buen montero se requería ser buen caballero por lo tanto buen jinete, leal y dominar los montes para abastecimiento y ocio, virtudes que ennoblecieron a nuestros antepasados .
La presencia de la Orden de los Jerónimos dio lugar a la explotación de los grandes puertos de merinas y para ello también se cuidó la ganadería equina, amén de los famosos mastines que perviven en nuestra comarca. La trashumancia y la necesidad de llevar buenas yeguas hateras hizo que los babianos siempre tuviesen buenas caballerías y que casi siempre provocasen las envidias de ganaderos de las comarcas circundantes y más alejadas.
Después de la Guerra de la Independencia, surge el renacer de las cabañas trashumantes de Babia y se mantiene la selección de la ganadería equina, las ordenanzas de nuestros concejos eran muy rigurosas y se estipulaba la selección del caballo padre, el pasto asignado dentro del comunal y la selección de otro semental para evitar la consanguinidad.
En el siglo XIX después de la Revolución Industrial y del inicio del ferrocarril se requiere una gran cantidad de ganado mular, la fuerza en sangre es necesaria tanto para el laboreo como para las minas y otras obras.
En el Concejo de Babia de Yuso y más concretamente con la ley de ordenanzas municipales de 1877 por Cánovas del Castillo y posteriormente con Maura en 1907 da lugar a las primeras paradas de caballos y de garañones, en el caso concreto de San Emiliano se mantenían las “Postas” de Orugo , Villafeliz y Cospedal, por lo tanto siempre tenían que tener caballos adjudicados a esta labor o caballo en refresco para acudir a sus propietarios si hubiese alguna necesidad.
Las caballerías de Babia siempre estuvieron ligadas a las ferias de San Andrés en la ciudad de León hasta la actualidad. Históricamente antes y desde las primera guerra mundial hasta los años noventa las caballerías eran requeridas por los ejércitos tanto para el arma propiamente dicha como para la artillería a lomos, esto hizo que el ejército se implicase más en la selección de cría caballar.
Hasta la revolución del motor, lo que exitían eran caballos de sangre y con los garañones tanto leoneses como zamoranos la ganadería mulatera se dividía entre «Mulas Mineras» sobresaliendo las destinadas para las minas de cinabrio en Almadén (Ciudad Real) por medio de los tratantes; de las conocidas como “Mulas Manchegas, estas eran más esbeltas y de mayor potencia, pero no de las tierras de Don Quijote, sino oriundas de la Montaña de Babia. El ganado mular para la campiña leonesa y para la tierra de Campos castellana tuvo su buen semillero en esta montaña y favoreció la profesión de la Albaitería o Veterinaria.
En los años 20 se crea el libro de matrícula para caballos y yeguas de pura raza española, son los propietarios de ganado merino quienes solían llevar sus yeguas a cubrir a los destacamentos de Cáceres y Trujillo. Los Centros de “Recría Caballar y Remonta” dependieron durante muchos años de la Secretaría de Estado de Administración Militar con el objetivo de ayudar al mantenimiento de una ganadería caballar seleccionada con rigor inscrito.
Los Depósitos de Sementales del Ejército, en León, mantuvieron la mejor cuadra y la más artística del mundo, al habilitar la Sala Capitular de la antigua Orden Santiago en el convento plateresco de San Marcos, hasta que se reconvirtió en sala noble del actual Parador de San Marcos
El control genético se realizaba por los “Centros de Reproducción Equina”, el de León tenía el número cuatro y enviaba a las comarcas más importantes un destacamento en primavera, conocido como la PARADA , al frente de los sementales siempre estaba un suboficial de caballería y seis soldados para atender las necesidades de alimentación y escribanía , son entonces los ayuntamientos los que aportan cobijo y el emplazamiento de las paradas .
Varios fueron los subtenientes y sargentos como Senén, que estuvieron bien en La Majúa o en San Emiliano muy estimados por los ganaderos y vecinos, siempre ayudando y colaborando con el municipio y la localidad.
El Coronel del Depósito siempre invitaba a los ganaderos de Babia para efectuar la selección de sementales, merecen buen recuerdo don Federico Rodríguez por San Emiliano y don Constantino Alonso por la Majúa, este último se imponía a las peticiones que realizaban los ganaderos de Boñar y Riaño argumentando no sólo la cantidad sino la calidad de las yeguas Hispano-bretonas de esta montaña que le obligaba a pedir el primero .
La presencia de paradas en Babia Baja desde los años 20 hasta los cuarenta se centraba en San Emiliano, de la mano de Doña Victorina y Don Pío Rodríguez, en la antigua casa de la Parada hoy de los herederos de D. Manuel Alvarez, con sus cuadras y borriqueras.
Torrebarrio, tanto por su población como por su ganadería tuvo parada al cargo de Pedro Álvarez, en la calle Real, contribuyendo a la mejora zootécnica y prestigio de la ganadería equina, a Torrebarrio llegaba ganado de todos los municipio circundantes y también de los pueblos próximos de Asturias.